Alfredo Carlos Victoria Marín
La construcción de una nueva agenda de política exterior a partir de los consensos internos/II
La política exterior es la extensión de la política interior. En este sentido, los intereses nacionales que son la defensa de la planta productiva, el crecimiento económico y el pleno empleo, han sido relegados a un segundo plano. La dependencia comercial con un sólo mercado, la desintegración de las cadenas productivas en diversos sectores de la industria y una decreciente competitividad del aparato productivo mexicano incentivado por los bajos niveles de canalización del crédito al sector productivo y por el esquema tributario restrictivo, han ahogado la posibilidad de revertir la dependencia con el exterior. En más de un sentido, el país cuenta con las instituciones públicas capaces de dar aliento al nuevo crecimiento del país. Es bien sabido que la banca de desarrollo como Nafinsa y Bancomext tienen como propósito canalizar crédito a las pequeñas y medianas empresas, así como incidir en la sustitución competitiva de importaciones de insumos y materias primas, sin embargo, ha faltado la voluntad política para que esto llegue a ser una realidad.
Otro tema relacionado con la construcción de una nueva agenda de política exterior tiene que ver con la manera en cómo México se pronuncia en temas relacionados con los derechos humanos y los valores democráticos. Los dos gobiernos emanados del PAN en 2000 y 2006, asumieron en los hechos que tenían y tienen derecho a cuestionar la situación política interna de diversos países latinoamericanos como Cuba, Venezuela, Argentina, entre otros, sin que se haya realizado un debate interno que ponderara los flancos de vulnerabilidad de nuestro sistema político, en temas de una agenda internacional en la que no tenemos la autoridad moral suficiente o donde no se observa un compromiso interno para resolver temas ligados al déficit de gobernabilidad imperante.
Hace falta avanzar en la ampliación de la democracia y la renovación política a través de una mayor democracia participativa y deliberativa –plebiscito, referéndum, gobierno en red- y el rescate de espacios y territorios en manos de la criminalidad, como para después pensar en “continuar con la promoción internacional, los derechos y la dignidad de las personas”. Hay que buscar consensos internos que posibiliten defender dichas posturas con menor daño al prestigio diplomático de México.
Basta ver que la política interior aplicada por el actual régimen le ha apostado por la represión de los movimientos sociales –léase el conflicto de los mineros en Sicartsa, en Lázaro Cárdenas, la represión en San Salvador Atenco o el haber dejado a su suerte a los mineros de Pasta de Conchos en Coahuila-, ha violado los derechos laborales, humanos, la autonomía sindical y ha tornado nugatorio el acceso a la justicia, lo cual contradice lo que a nivel internacional pretende ser la política exterior de los gobiernos del PAN.
La discusión de la política exterior por parte de la sociedad civil sigue constituyendo un déficit de la naciente democracia mexicana. Como parte de las políticas públicas, sigue haciendo falta una evaluación más rigurosa de las acciones que en esta materia ejerce el Ejecutivo Federal. Es pregunta ¿Porqué la política exterior asigna una alta prioridad a la transnacionalización de nuestra economía a fin de atraer mayor inversión extranjera, consolidad exportaciones, sin antes discutir la importancia de contar con una política industrial propia o procesos de subvaluación de la moneda como lo hacen los chinos? ¿Por qué suponer que de la mano del mercado se logrará una competitividad sistémica, y más aún que ésta se alcanzará a través de bajos salarios para los trabajadores de las ciudades y del campo, como lo propone la iniciativa del PAN y del PRI?
¿Quiénes son los que se benefician de esta falta de rumbo para el país? ¿Es viable el país bajo estas condiciones? ¿Por qué la sociedad civil no tiene ningún peso en la manera en cómo México realiza sus relaciones internacionales? ¿Dónde quedó nuestro papel de promotor de iniciativas de corte multilateral para frenar el creciente clima de tensión internacional propiciado por el uso ilegal de la fuerza de las grandes potencias contra países como Irak o Afganistan? ¿México, su diplomacia, no requiere una nueva dignidad de negociación frente a Washington? ¿El uso del derecho internacional, la diplomacia, los buenos oficios, serán muros de contención para detener la militarización de las fronteras que producen políticas económicas fallidas? ¿México tendrá algo qué decir al respecto?
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