Es indiscutible que el capitalismo como modo de producción, ha estructurado sus relaciones sobre la base de la explotación y expoliación del trabajo socialmente necesario, donde los dueños de los medios de producción, al ser los capitalistas, requieren de la mano de obra de los trabajadores para producir mercancías (en su modalidad de bienes y servicios) y desde luego de un Estado burgués para que haga valer los derechos de propiedad y la regulación de las relaciones laborales entre los dueños del capital y los trabajadores.
El modo de producción capitalista estructura sus relaciones sociales sobre la base de la acumulación mediante la plusvalía obtenida del trabajo. Al menos eso nos dice la teoría formulada por Marx en el tomo I de El Capital. La economía subterránea de la que se habla en la Unión Europea y Estados Unidos es la otra cara de la moneda que sin duda sostiene el modo de producción capitalista. El hecho de que los trabajadores que emigran a estos países, se ocupen en empleos de baja remuneración salarial sin posibilidad de tener acceso a la seguridad social, fortalece los mecanismos ilegales de acumulación capitalista.
Los fenómenos contemporáneos ligados directamente con la corrupción política-administrativa, al estar insertos dentro del modo de producción capitalista, generan pautas de acumulación basadas en la apropiación indebida del presupuesto público o en la posición política administrativa para extraer renta y riqueza de los particulares, al margen de las disposiciones jurídicas que prohíben el enriquecimiento ilícito y el peculado.
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